domingo, 26 de octubre de 2008

Miércoles 29 de octubre, 7 y 30 p.m.
CASA CULTURAL AMÓN

(250 norte del hotel Aurola Holiday Inn)

Presentación del poemario

PARA NO PENSAR
de Ricardo Marín
(Ediciones Arboleda)
Comentarios de Felipe Granados

Les esperamos
Tradicional copita de vino

viernes, 3 de octubre de 2008

No decirse la verdad
para comerse el alma
en las esquinas
es decirle al aire
que se inventan relojes
para retrasar el tictac
acelerado de la muerte.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Acompañada de tres de las ilustraciones y nueve de los poemas que conforman Preguntar el aire, Alfonso Chase publicó esta reseña el pasado sábado 13 de setiembre en La Prensa Libre:


Germinal

Año II No. 83
Alfonso Chase

Byron Espinoza (1979), es tan joven como la vida misma renovándose y su biografía se reduce a intentarla vivir con plenitud. Y al haber editado antes varios libros de poemas que, de alguna manera, exponen su deseo de irse transformando alrededor de su palabra, manifestando una labor de auténtico poeta, conforme supera los diferentes textos hasta casi ya ser él mismo, despojado de influencias, o límites retóricos, que lo puedan encerar en generaciones o sectas, aunque en su bibliografía, que no biografía, admite pertenecer al extraño grupo: Subterráneo Gremio de Escritores, que puede bien ser una fantasía o, simplemente, una licencia poética.

Su poesía es cálida y libre. Parte de postulados ignotos donde el surrealismo se hace presente pero permanece anclado, en buena hora, a la realidad circundante al poeta, lo cual le hace crear belleza, acción, ingenio y esa ternura en donde los poetas, relativamente jóvenes, aceptan emocionarse para darle unidad a la mente, buscando la perfección de decir lo que se siente y no sólo lo que percibe. “Preguntar el aire”, extraño y bien dispuesto título de su último libro, nos sirve para preguntarnos, nosotros, quién es este poeta y el por qué de su propuesta, que denota la madurez que se le advierte, pero sin dejar de lado esa parte del todo esencial que encontramos en el eco de indagación, de pregunta, que se revela en la mayoría de los poemas de este libro. Y que se responde el lector con los elementos que le ofrece el escritor, que de sucesivas maneras uno va encontrando para preguntar, no sólo al aire, sino a la vida, a los objetos, a los espejos, a los muebles en reposo o animados, el sentido del estar allí, e incorporarse al poema y ser con él la sustancia activa de escribir. El elemento más hermoso este libro es el saber escribir con el cuerpo, con la sangre, con el ánima vital, y trascender los límites formales de la literatura para crear el poema, con una percepción que incorpora la inteligencia, el oficio, la búsqueda y amor por el arte de la poesía. La edición es bella. Pulcramente editada, con fantasiosas ilustraciones de Julissa Morales, hecha una, y consustancial, con la materia verbal del libro.

Uno de los mejores libros que se han publicado este año. Un poeta que sobresale por sí mismo. Hecho uno con el aire que flota, más allá de su inasible sustancia.

Y con una concisa e inteligente presentación de María Bonilla

domingo, 7 de septiembre de 2008

Mi mundo. Mi aire.
Mi fuego. Mi muerte.
Cada neurona
cada fragmento
de esa luz necesaria
para esconderme
en oraciones.
Mi locura.
Mis dudas
y todo lo adecuado
para sentir que soy.
Ausencia.
Sólo polvo
en manos de la poesía.
Mi Poesía.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Saber que no me caigo
a pesar de los rituales.
Que no me rompo
en mitad de las peceras
y que la música brota hoy
del mar y sus jardines
es como asomarse al viento
y respirar voces de agua
e insomnio.
Toneladas de cansancio
envueltas con la piel de los ángeles
para emitir sonidos
con un tiempo determinado
para las pupilas del dios de los espejos.

domingo, 17 de agosto de 2008

lunes, 11 de agosto de 2008

Quiero invitarlos cordialmente:

Lunes 18 de agosto.
Instituto de México.
7:00 p.m.
ENTRADA GRATUITA

Presentación del poemario Preguntar el aire de Byron Espinoza
a cargo de Germán Hernández, Ricardo Marín y Samuel Rovinski.
Con la participación de la actriz María Bonilla y del cantautor Luis Diego Solórzano.

Estarán a la venta, acuarelas de la artista Julissa Morales, quien ilustró el libro.
El libro fue diseñado y diagramado por la artista Ana Mariella Rodríguez.

* El libro tendrá un costo de 3.000 (Tres Mil) colones.
* Cada acuarela tendrá un valor de 5.000 (Cinco Mil) colones.

Habrá tradicional vaso de vino.

sábado, 9 de agosto de 2008

domingo, 20 de julio de 2008




Saúl Maestro Gracias!!!!!!!!!!!!!!!

lunes, 7 de julio de 2008

No sé.
Pienso.
Escribo un poema.
Hoy en día...
Ahora todos escriben un poema.
Me escupo
y me tiran piedras
desde arriba.
Nunca
nadie
dejará
caer el telón.

lunes, 26 de mayo de 2008

Los amenes que me dejaste chorreando en el cuerpo, van, en su recorrerme entero, hasta los siglos de los siglos que imantaste a mi alma. Ay Mujer, toda mi carne se hizo luz en tus manos y aun así, me duelen todas las oraciones que me inventaste. Surgiste para hacerme nuevo y hoy, el que me convirtieras en un nuevo dios entre los humanos, parece no alcanzarme ya, para rescatarme del infierno.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Tantos abrazos construidos alrededor de tu cuerpo, hacen fila hoy, se amontonan, pretenden recuperarse, repetirse, al menos, en la realidad de mi mente. Tantos poemas / pretextos, abanicándose en el aire que me respira, en la luz que me traspasa. Tanto creer en la reinvención de la carne y en la construcción de las alas. Tanto romperse las rodillas, lanzar la primera piedra y esconder ambas manos. Tanta urgencia del tacto y tanto anhelo. Tantas líneas quebrando papeles y tantas noches. Tantas palabras disfrazando de animales las promesas. Tanto quejido de placer y tantas flores. Tantos hormigueros de caricia girándonos la piel. Tantos abrazos desboronándose alrededor del recuerdo, hacen fila hoy, se amontonan. Desaparecen.

miércoles, 30 de abril de 2008

Madre
vos que me sembraste a Nicaragua en las venas
y amorosa
me enseñaste a creer
en un dios en quien…
no creo
jamás me dijiste: “La Poesía
y sin embargo
me amamantaste con el sudor
de todas las palabras.

sábado, 26 de abril de 2008

Los quiero invitar muy cordialmente al espacio: "Recital de poesía en el teatro" Homenaje a Jorge Debravo el próximo lunes 28 de abril a las 7:00 p.m. en el Teatro Vargas Calvo (Entrada Gratuita). Los Poetas participantes (quienes, además de leer parte de su obra, leerán un poema de Debravo) son:

Mauricio Molina
Carlos Villalobos
Gabriela Arguedas
Alfredo Trejos
Germán Hernández
Ricardo Marín
Diego Mora
Luis Chacón
Byron Espinoza

¡Los esperamos!

miércoles, 23 de abril de 2008

Aunque se doblen en mi espalda los fracasos
y las moscas avioneteen a mi alrededor
hasta romperme.

Aunque los duendes del cansancio
hagan sus apuestas a favor de mi derrota
y me visiten en fila india
las mil plagas del desamor.

Aunque las dudas vuelvan a escupirme la cara
mientras se burlan ante mi espejo
y las galaxias caigan sobre mi sombra
en finísimos alfileres

prometo
no escribir tu nombre en estos versos.

Así no sabrán que sos la culpable
de que
en un acto desesperado de cursilería
me arranque el corazón en cada poema.

jueves, 17 de abril de 2008

Y si...
Al final de todo
soy la puta más puta
de todos los poetas
entonces
¿ustedes por qué me aplauden?

lunes, 7 de abril de 2008

A pesar de la nueva sombra
que me cuelga en el rostro
de las líneas de más
que me rompen las manos
de las paladas de tierra
con que pretenden cubrirme
y de los nidos de gusanos
que me corroen

puedo asegurártelo
mujer:

jamás un Poeta murió de amor.

Ni siquiera en su Poesía.

sábado, 16 de febrero de 2008

sábado, 9 de febrero de 2008

A Ricardo Marín

No te preocupés Hermano
aunque siempre seamos poemas inéditos
la palabra persiste.

lunes, 21 de enero de 2008

Y aunque no recuerdo bien qué día lo escribí, aquí va:

A Chavela Vargas

Escucharte.
Aplaudirte de pie
y a cuatro manos
hasta que mis palmas sangren
el tequila de los recuerdos
que se anida en el alma
(como el alcohol de los años
lo hace en tu garganta).

Sentirte
cobijado en el carraspeo
de la guitarra que adorna
tu lamento.
Irme contigo en la misma barca
ponerte la mano ahí
exaltar la cruz de olvido
remojados bajo tu luz de luna
y cada uno de lo que otros llaman tus pecados.

Entenderte
en la enorme soledad
que te heredó la indiferencia
y vivirte Chavela
por diosito santo que sí.
Vivirte Chavela
mientras siento que sin vos / sin tu voz
(inevitablemente)
también me moriré de hastío.

domingo, 13 de enero de 2008

Se inserta
una vez más
en todos los rincones de mi sangre
este no ser nadie
que
de cuando en cuando
tanto me aniquila
y se hace GIGANTE
extendiéndose
hasta convertirse
en el cuerpo que habito
dejándome a un lado
como triste extensión de la mancha
que llevo por sombra.

miércoles, 2 de enero de 2008

LA LITERATURA ES FUEGO

Texto del discurso de Mario Vargas Llosa al recibir el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos el 4 de Agosto de 1967 en Caracas.

Hace aproximadamente treinta años, un joven que había leído con fervor los primeros escritos de Breton, moría en las sierras de Castilla, en un hospital de caridad, enloquecido de furor. Dejaba en el mundo una camisa colorada y "Cinco metros de poemas" de una delicadeza visionaria singular. Tenía un nombre sonoro y cortesano, de virrey, pero su vida había sido tenazmente oscura, tercamente infeliz. En Lima fue un provinciano hambriento y soñador que vivía en el barrio del Mercado, en una cueva sin luz, y cuando viajaba a Europa, en Centroamérica, nadie sabe por qué, había sido desembarcado, encarcelado, torturado, convertido en una ruina febril. Luego de muerto, su infortunio pertinaz, en lugar de cesar, alcanzaría una apoteosis: los cañones de la guerra civil española borraron su tumba de la tierra, y, en todos estos años, el tiempo ha ido borrando su recuerdo en la memoria de las gentes que tuvieron la suerte de conocerlo y de leerlo. No me extrañaría que las alimañas hayan dado cuenta de los ejemplares de su único libro, encerrado en bibliotecas que nadie visita, y que sus poemas, que ya nadie lee, terminen muy pronto trasmutados en humo, en viento, en nada, como la insolente camisa colorada que compró para morir. Y, sin embargo, este compatriota mío había sido un hechicero consumado, un brujo de la palabra, un osado arquitecto de imágenes, un fulgurante explotador del sueño, un creador cabal y empecinado que tuvo la lucidez, la locura necesarias para asumir su vocación de escritor como hay que hacerlo: como una diaria y furiosa inmolación.
Convoco aquí, esta noche, su furtiva silueta nocturna, para aguar mi propia fiesta, esta fiesta que han hecho posible, conjugados, la generosidad venezolana y el nombre ilustre de Rómulo Gallegos, porque la atribución a una novela mía del magnifico premio creado por el Instituo Nacional de Cultura y Bellas Artes como estímulo y desafío a los novelistas de lengua española y como homenaje a un gran creador americano, no sólo me llena de reconocimiento hacia Venezuela; también, y sobre todo, aumenta mi responsabilidad de escritor. Y el escritor, ya lo saben ustedes, es el eterno aguafiestas. El fantasma silencioso de Oquendo de Amat, instalado aquí, a mi lado, debe hacernos recordar a todos -pero en especial a este peruano que ustedes arrebataron a su refugio del Valle del Canguro, en Londres, y trajeron a Caracas, y abrumaron de amistad y de honores- el destino sombrío que ha sido, que es todavía en tantos casos, el de los creadores en América Latina. Es verdad que no todos nuestros escritores han sido probados al extremo de Oquendo de Amat; algunos consiguieron vencer la hostilidad, la indiferencia, el menosprecio de nuestros países por la literatura, y escribieron, publicaron y hasta fueron leídos. Es verdad que no todos pudieron ser matados de hambre, de olvido o de ridículo. Pero estos afortunados constituyen la excepción. Como regla general, el escritor latinoamericano ha vivido y escrito en condiciones excepcionalmente difíciles, porque nuestras sociedades habían montado un frío, casi perfecto mecanismo para desalentar y matar en él la vocación. Esa vocación, además de hermosa, es absorbente y tiránica, y reclama de sus adeptos una entrega total. ¿Cómo hubieran podido hacer de la literatura un destino excluyente, una militancia, quienes vivían rodeados de gentes que, en su mayoría, no sabían leer o no podían comprar libros, y en su minoría, no les daba la gana de leer? Sin editores, sin lectores, sin un ambiente cultural que lo azuzara y exigiera, el escritor latinoamericano ha sido un hombre que libraba batallas sabiendo desde un principio que sería vencido. Su vocación no era admirada por la sociedad, apenas tolerada; no le daba de vivir, hacía de él un productor disminuido y ad-honorem. El escritor en nuestras tierras ha debido desdoblarse, separar su vocación de su acción diaria, multiplicarse en mil oficios que lo privaban del tiempo necesario para escribir y que a menudo repugnaban a su conciencia, y a sus convicciones. Porque, además de no dar sitio en su seno a la literatura, nuestras sociedades han alentado una desconfianza constante por este ser marginal, un tanto anónimo que se empeñaba,contra toda razón, en ejercer un oficio que en la circunstancia latinoamericana resultaba casi irreal. Por eso nuestros escritores se han frustrado por docenas, y han desertado su vocación, o la han traicionado, sirviéndola a medias y a escondidas, sin porfía y sin rigor. Pero es cierto que en los últimos años las cosas empiezan a cambiar. Lentamente se insinúa en nuestros países un clima más hospitalario para la literatura. Los círculos de lectores comienzan a crecer, las burguesías descubren que los libros importan, que los escritores son algo más que locos benignos, que ellos tienen una función que cumplir entre los hombres. Pero entonces, a medida que comience a hacerse justicia el escritor latinoamericano, o más bien, a medida que comience a rectificarse la injusticia que ha pesado sobre él, una amenaza puede surgir, un peligro endiabladamente sutil. Las mismas sociedades que exilaron y rechazaron al escritor, pueden pensar ahora que conviene asimilarlo, integrarlo, conferirle una especie de estatuto oficial. Es preciso, por eso, recordar a nuestras sociedades lo que les espera. Advertirles que la literatura es fuego, que ella significa inconformismo y rebelión, que la razón del ser del escritor es la protesta, la contradicción y la crítica. Explicarles que no hay término medio: que la sociedad suprime para siempre esa facultad humana que es la creación artística y elimina de una vez por todas a ese perturbador social que es el escritor o admite la literatura en su seno y en ese caso no tiene más remedio que aceptar un perpetuo torrente de agresiones, de ironías, de sátiras, que irán de lo adjetivo a lo esencial, de lo pasajero a lo permanente, del vértice a la base de la pirámide social. Las cosas son así y no hay escapatoria: el escritor ha sido, es y seguirá siendo un descontento. Nadie que esté satisfecho es capaz de escribir, nadie que esté de acuerdo, reconciliado con la realidad, cometería el ambicioso desatino de inventar realidades verbales. La vocación literaria nace del desacuerdo de un hombre con el mundo, de la intuición de deficiencias, vacíos y escorias a su alrededor. La literatura es una forma de insurrección permanente y ella no admite las camisas de fuerza. Todas las tentativas destinadas a doblegar su naturaleza airada, díscola, fracasarán. La literatura puede morir pero no será nunca conformista. Sólo si cumple esta condición es útil la literatura a la sociedad. Ella contribuye al perfeccionamiento humano impidiendo el marasmo espiritual, la autosatisfacción, el inmovilismo, la parálisis humana, el reblandecimiento intelectual o moral. Su misión es agitar, inquietar, alarmar, mantener a los hombres en una constante insatisfacción de sí mismos: su función es estimular sin tregua la voluntad de cambio y de mejora, aun cuando para ello deba emplear las armas más hirientes y nocivas. Es preciso que todos lo comprendan de una vez: mientras más duros y terribles sean los escritos de un autor contra su país, más intensa será la pasión que lo una a él. Porque en el dominio de la literatura, la violencia es una prueba de amor. La realidad americana, claro está, ofrece al escritor un verdadero festín de razones para ser un insumiso y vivir descontento. Sociedades donde la injusticia es ley, paraíso de ignorancia, de explotación, de desigualdades cegadoras de miseria, de condenación económica cultural y moral, nuestras tierras tumultuosas nos suministran materiales suntuosos, ejemplares, para mostrar en ficciones, de manera directa o indirecta, a través de hechos, sueños, testimonios, alegorías, pesadillas o visiones, que la realidad está mal hecha, que la vida debe cambiar. Pero dentro de diez, veinte o cincuenta años habrá llegado, a todos nuestros paises como ahora a Cuba la hora de la justicia social y América Latina entera se habrá emancipado del imperio que la saquea, de las castas que la explotan, de las fuerzas que hoy la ofenden y reprimen. Yo quiero que esa hora llegue cuanto antes y que América Latina ingrese de una vez por todas en la dignidad y en la vida moderna, que el socialismo nos libere de nuestro anacronismo y nuestro horror. Pero cuando las injusticias sociales desaparezcan, de ningún modo habrá llegado para el escritor la hora del consentimiento, la subordinación o la complicidad oficial. Su misión seguirá, deberá seguir siendo la misma; cualquier transigencia en este dominio constituye, de parte del escritor, una traición. Dentro de la nueva sociedad, y por el camino que nos precipiten nuestros fantasmas y demonios personales, tendremos que seguir, como ayer, como ahora, diciendo no, rebelándonos, exigiendo que se reconozca nuesto derecho a disentir, mostrando, de esa manera viviente y mágica como sólo la literatura puede hacerlo, que el dogma, la censura, la arbitrariedad son también enemigos mortales del progreso y de la dignidad humana, afirmando que la vida no es simple ni cabe en esquemas, que el camino de la verdad no siempre es liso y recto, sino a menudo tortuoso y abrupto, demostrando con nuestros libros una y otra vez la esencial complejidad y diversidad del mundo y la ambigüedad contradictoria de los hechos humanos. Como ayer, como ahora, si amamos nuestra vocación, tendremos que seguir librando las treinta y dos guerras del coronel Aureliano Buendía, aunque, como a él, nos derroten en todas. Nuestra vocación ha hecho de nosotros, los escritores, los profesionales del descontento, los perturbadores conscientes o inconscientes de la sociedad, los rebeldes con causa, los insurrectos irredentos del mundo, los insoportables abogados del diablo. No sé si está bien o si está mal, sólo sé que es así. Esta es la condición del escritor y debemos reivindicarla tal como es. En estos años en que comienza a descubrir, aceptar y auspiciar la literatura, América Latina debe saber, también, la amenaza que se cierne sobre ella, el duro precio que tendrá que pagar por la cultura. Nuestras sociedades deben estar alertadas: rechazado o aceptado, perseguido o premiado, el escritor que merezca este nombre seguirá arrojándoles a los hombres el espectáculo no siempre grato de sus miserias y tormentos. Otorgándome este premio que agradezco profundamente, y que he aceptado porque estimo que no exige de mí ni la más leve sombra de compromiso ideológico, político o estético, y que otros escritores latinoamericanos con más obra y más méritos que yo, hubieron debido recibir en mi lugar -pienso en el gran Onetti, por ejemplo, a quien América Latina no ha dado aún el reconocimiento que merece- demostrándome desde que pisé esta ciudad enlutada tanto afecto, tanta cordialidad. Venezuela ha hecho de mí un abrumado deudor. La única manera como puedo pagar esa deuda es siendo, en la medida de mis fuerzas, más fiel, más leal, a esta vocación de escritor que nunca sospeché me depararía una satisfacción tan grande como la de hoy.
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Descubro este discurso poco más de cuarenta años después y me pregunto ¿Pierde actualidad su Escencia?